Bajo el sol abrasador de Mestalla, el Athletic Club se llevó un triunfo mínimo pero trascendental ante un Valencia que se despidió de su sueño europeo entre suspiros de frustración. El 0-1 final fue el reflejo de un equipo que supo resistir, esperar y golpear en el momento justo. El duelo se convirtió en una partida de ajedrez, con ambos equipos más pendientes de no errar que de arriesgar. El Valencia, necesitado de una victoria para mantener vivas sus aspiraciones continentales, empujó con entusiasmo, aunque falto de claridad. Enfrente, un Athletic serio y paciente, dirigido con temple por Ernesto Valverde, aguantaba con disciplina a la espera de una oportunidad. La chispa llegó en el minuto 72. Unai Gómez encontró el hueco y sirvió un pase medido a Álex Berenguer. El extremo navarro no dudó: se acomodó el balón y soltó un zapatazo seco desde fuera del área que se coló por la escuadra de Mamardashvili, imparable. Un gol que no solo definió el partido, sino que también certificó el billete del Athletic para la próxima Supercopa. Tras el tanto, los bilbaínos se replegaron con orden y oficio, mientras el Valencia, empujado por su afición, buscó sin éxito un empate que nunca llegó. Cuando el árbitro señaló el final, se mezclaron las emociones: los leones celebraban con mesura un triunfo de alto valor, mientras la grada valencianista reconocía el esfuerzo de los suyos con una ovación melancólica. La tarde también estuvo teñida de despedidas. Todo indica que Giorgi Mamardashvili vivió su último partido en Mestalla antes de poner rumbo al Liverpool. Su nombre resonó entre aplausos, en un gesto de gratitud por sus actuaciones. Así bajó el telón en Mestalla: con sabor a oportunidad perdida para unos aunque orgullosos de la imagen, y con la satisfacción del deber cumplido para otros.
En una tarde llena de contrastes en el Estadio Olímpico Lluís Companys, el Barcelona celebró su título de liga con un sabor agridulce. Lo que debía ser una jornada festiva se tornó en revés inesperado ante un Villarreal que, lejos de actuar como convidado de piedra, se llevó una victoria de prestigio (2-3) y, con ella, el billete para la próxima Champions League. El conjunto de Marcelino no tardó en mostrar sus intenciones. A los cuatro minutos, Ayoze Pérez silenció al público con un gol tras una jugada colectiva que pilló descolocada a la defensa azulgrana. El tanto enfrió momentáneamente el ambiente de celebración, aunque el Barça no tardó en reaccionar. Lamine Yamal, con un chutazo desde fuera del área, igualó el duelo en el 38’, reavivando el entusiasmo en las gradas. Poco después, Fermín López culminó la remontada parcial con un disparo seco desde la frontal, dejando el marcador en 2-1 antes del descanso. Aunque los culés ya habían cumplido sus deberes en la liga, el partido mantenía una intensidad impropia de un campeón con los deberes hechos. Y es que el Villarreal no se conformaba. Nada más volver del vestuario, Santi Comesaña sorprendió con una sutil vaselina tras un pase filtrado de Yeremy Pino, devolviendo la igualdad. El Barça, algo desorganizado en la segunda parte, no logró reencontrar la fluidez del primer tiempo, y los groguets olieron sangre. Fue en el minuto 80 cuando Buchanan culminó una contra perfecta, aprovechando el desorden azulgrana para marcar el 2-3 definitivo. El conjunto catalán apretó en los minutos finales, pero sin precisión ni fortuna. El pitido final dejó una imagen simbólica: jugadores azulgranas con gesto agridulce en medio de una celebración que, si bien tenía motivos de alegría, se cerró con derrota. Para el Villarreal, en cambio, la noche fue redonda: victoria de peso, clasificación europea y un golpe sobre la mesa en un escenario de máxima exigencia. El campeón cayó en su fiesta.
Valverde recupera a Nico Williams y Yeray, por lo que tiene disponible a toda su plantilla. Hansi Flick tiene lesionados a Ferrán Torres, Marc Bernal y Koundé. Es duda Ronald Araújo.