

Julián e Iván Calero, padre e hijo, entrenador del Levante y lateral derecho del Zaragoza, respectivamente, tienen la particular costumbre de apostarse una comida en sus duelos directos. En la primera vuelta, cayó del lado del conjunto aragonés, que vivía una realidad bien distinta por aquel entonces, estableciéndose con el triunfo en aquella sexta jornada en lo alto de la tabla. Le tocó pagar al padre.