Jimmy Butler era un problema (enorme, de hecho, y no solo por culpa suya) para Miami Heat. Pero no era el problema de Miami Heat. Esto, que era obvio, lleva quedando claro desde el cierre de mercado invernal de la NBA. Butler fue traspasado el 6 de febrero: se salió con la suya y se llevó en la maleta toda la ponzoña que había estado aireando para forzar su traslado. Pero en Miami se quedaron todos los demás problemas. Pat Riley rompió por fin con su última estrella, en una separación en la que perdió mucho más de lo que ha ganado, y Erik Spoelstra ha acabado con un puzle que tiene poco sentido. O poco talento. Porque tal vez todo sea, finalmente, tan sencillo como eso: el talento es lo que acaba dando sentido a todo.