Lo de Mbappé empieza a ser una película de terror. Después de pasar un hora atormentado en San Mamés, sin un desborde que ofrecer, oscurecido en un equipo de por sí oscuro, el partido le dio, como en Liverpool, una oportunidad de redención y volvió a marchársele. Un penalti imprudente cometido por Agirrezabala lo lanzó mal, flojo, sin convicción, arrugado por el ambiente y por su falta de confianza. Sin embargo, el pésimo momento del francés no puede ocultar que detrás hubo un Madrid irreconocible, que empató inmerecidamente y acabó luego entregándole el partido por descuido a un Athletic notablemente mejor.