Mirando al Metropolitano, el Madrid mejoró más su humor que su juego, pasó al Atlético en términos absolutos y cazó al Barça en términos relativos. Fue ante un Rayo medio descapitalizado pero que no se apartó de su línea atrevida de toda la temporada, un equipo de autor de un recién llegado, Íñigo Pérez, que ha acabado resultando un hallazgo. En los apuntes de Ancelotti deben figurar, por si resultan útiles, la rehabilitación de Tchouameni, el entusiasmo de Fran García y la pólvora de Vinicius y Mbappé, pero sobre todo la jerarquía, la omnipresencia y el dominio de la escena de Modric. Incluso pasada la hora y cuarto de juego, para quienes cuestionan la capacidad de su depósito. En tono menor estuvo Bellingham, ese jugador anfibio capaz de correr y crear.