El Athletic ha tardado tres partidos en carburar, en arrancar su motor, afinar la guitarra y la garganta para dar electricidad a su fútbol, para que sonara el célebre ‘rock and roll’ que tan fervientemente promueve Valverde, de celebración por su partido 400 como técnico rojiblanco. Si ante el Getafe y el Barcelona se vio una propuesta gripada, tímida del campeón de Copa, en esta ocasión arrojó al Valencia por la cuneta con cierta suficiencia. El juego vertical, chisposo y de ritmo incesante desnudó al colista de la Liga, un conjunto che que amenaza con estar en esa alcantarilla largo tiempo. Esta versión ágil alejada del bloque pesado y previsible de las dos primeras jornadas es la que mola en Bilbao.