Al Madrid le sobra el lujo, pero le sigue faltando armonía. Y mientras construye el equipo, tira de los jugadores. En un partido amable, con el público por la causa gracias al estreno de Mbappé, ganó sin solemnidad ni arrebato a un Valladolid con más suplentes que titulares. A Vinicius no se le conoce un partido con tan poco peso en el juego. Mbappé es, por ahora, nueve a la fuerza. Rodrygo está tristón. Y sin Kroos y con Modric en el banquillo se ha evaporado el cambio de banda a banda que descoloca defensas herméticas. Pero lo que faltó en el once inicial lo pusieron los suplentes a los postres: un gol de Brahim hizo cambiar el viento y otro de Endrick, a los diez minutos de debutar, levantó la feria. El equipo debe celebrar el final y no olvidar el principio.