Se fue Jesús Navas y perdió el equipo, una mala noticia sobre otra para el Sevilla. Ganó el Madrid, pasó al Barça, le pisa los talones al Atlético, el nuevo frente que tiene definitivamente abierto, y confirmó que Mbappé es el jugador que ha perseguido durante un lustro. Marcó, asistió, sonrió, se divirtió. Se reconoció en el espejo, en definitiva, en el partido más completo de su equipo en el curso. La emoción, que nunca estuvo en el resultado, se concentró en la despedida de Navas, uno de esos jugadores que quizá no se repitan nunca. El Bernabéu le ovacionó casi con la misma intensidad con que despidió a Kroos, otro del once ideal de la eternidad, y se marchó feliz camino de 2025, porque el invierno que dejó el Clásico ha abierto paso a una primavera inesperada.