El Leganés va a empadronarse en San Mamés, el estadio de sus sueños. En el flamante feudo rojiblanco cimentó el ascenso hace cuatro años, logró matemáticamente la permanencia en 2017 y hoy ha clavado una pica en la utopía, en el milagro. Un gol de Guerrero revisado por el VAR, ese artilugio tan detestado en la ciudad del Guggenheim (determinó que la bota de Núñez rompía el fuera de juego del punta pepinero) puso la proa del Lega a un punto del Celta y tachó al Athletic en su ansia por Europa. Luego puso la puntilla Assalé, que revolucionó el cotarro saliendo desde el banquillo.
Fue una noche de impotencia para los leones, minimizados por la expulsión de Simón y sin encontrar el camino ni para llegar a 30 metros de la meta de Cuéllar, al que vieron con prismáticos. Que un equipo medio descendido y con siete bajas le pintase la cara invita a una reflexión profunda. La plantilla no da más de sí porque el técnico siempre...