Jugaban Espanyol y Leganés a la patata caliente, por su fobia a la posesión y el pavor al descenso, pero acabaron bailando la mítica yenka. Adelante, detrás, un, dos, tres. Los puntos que se escaparon. Nadie diría que a los 89 segundos ya se había avanzado un conjunto perico que derrochó más ocasiones de las que hubiera imaginado, y al que anularon el 2-1 por una mano tan involuntaria como la que inició la acción del empate de Cissé. Les sirve un poco más a los pepineros que a los de Manolo González, incapaces de ganar, quienes cierran la primera vuelta entre los tres que bajan a Segunda.

