Hay rachas. Momentos en los que no sale nada y otros en los que sale todo. Las Palmas es un claro ejemplo de esa mutación, Diego Martínez mediante. Sus pupilos se sabían bien el manual de la supervivencia: ser serios atrás y morder arriba. La eficacia probada y más si la suerte está de tu lado. Fabio Silva marcó a la primera y los canarios se echaron atrás para salvaguardar el botín. Y cuanto más cerca parecía el asalto del Rayo, Aridane puso el 0-2 en propia puerta y Manu Fuster sentenció al instante. Los franjirrojos firmaron 34 remates en total —el récord en un partido de LaLiga—, pero se hubieran quedado a cero de no ser por el autogol de McKenna, que maquilló el marcador. Por contra, a los visitante les bastaron dos disparos a puerta para ponerse 0-3. Tres semanas y nueve puntos de doce han sido suficientes para que en las islas vuelva a salir el sol.